En el colegio El Cuembí ya no hay más pupitres vacíos

EN EL COLEGIO EL CUEMBÍ YA NO HAY MÁS PUPITRES VACÍOS

Durante años los pupitres de la Institución Educativa El Cuembí, ubicada la vereda La Carmelita del municipio de Puerto Asís en el Putumayo, permanecieron abandonados. El miedo, las emboscadas y las limitaciones para el transporte hacían que los niños dejaran de ir al colegio y se quedaran en sus casas, lo que aumentaba el riesgo de ser reclutados por grupos armados.

Incluso los niños que lograban llegar al colegio ponían en peligro sus vidas, pues la presencia de minas antipersona era una constante en las instalaciones de la institución. Así, un lugar que, se supone, debería ser un espacio seguro, se convertía en una amenaza para los niños y niñas de la vereda La Carmelita que, además de vivir a diario los azotes del conflicto, veían restringido su derecho a la educación.

Así lo cuenta María Cristina Torres, rectora de la Institución Ecológica El Cuembí, en la vereda La Carmelita:

“Tuvimos que vivenciar los constantes hostigamientos, la presencia de los grupos armados. Y eso creaba inseguridad para los estudiantes… Aquí hubo explosión de un artefacto dentro de los predios de la institución en el 2012 y en el 2015 los niños, haciendo un trabajo pedagógico de excavación para sembrar unos árboles, se encontraron con una munición sin explotar”

En Colombia, los niños, niñas y adolescentes han sufrido de forma directa los efectos del conflicto armado: según la Dirección para la Acción Integral contra Minas Antipersona, 1.168 han sido víctimas de estos artefactos. Por ello, el inicio del proceso de paz ha significado una garantía de mejores condiciones de vida para ellos.

Según María Cristina, el inicio del proceso de paz, ha hecho que los niños regresen a las aulas de su vereda. Hoy el colegio El Cuembí cuenta con 610 estudiantes, que ahora llegan al colegio sin la amenaza de verse entre el fuego cruzado:

“El cambio ha sido muy positivo. La tranquilidad y la seguridad de que los estudiantes cogen su ruta y no tienen inconvenientes de que vaya a salir un grupo armado a parar el carro, o los derramamientos de crudo constantes que retrasaban los carros de llegar a tiempo al colegio”.

Para la rectora, la paz ha traído la posibilidad de que los niños y niñas se eduquen en su tierra, sin riesgo de ser reclutados o amenazados. En sus palabras, “un pueblo educado, es un pueblo que surge”, y esa es la esperanza que nace con la paz para los colegios rurales, esos de la Colombia remota.

La esperanza de mejores condiciones de educación y desarrollo en lugares que han sido el escenario del terror, pero que hoy son la cuna de una Colombia mejor, una Colombia en paz y una Colombia digna para los niños y las niñas.

 

Escrito por Laura Santamaría, Oficial de Información Pública, Regional Florencia
Misión de la ONU en Colombia, junio de 2017